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Historia de la Congregación
de las Hermanas Dominicas de la Anunciata

 

La Congregación nace en Vic (Barcelona) el 15 de agosto 1856, fundada por un dominico exclaustrado catalán, el San Francisco Coll y Guitart, sacerdote dominico y misionero incansable que recorrió a pie, predicando, de un extremo a otro, una Cataluña empobrecida, devastada y dividida por las frecuentes guerras civiles. Un hombre al que, en sus 63 años de vida, desde su nacimiento en Gombrén (1812) hasta su muerte en Vic (1875), le cupieron más de treinta años de misión por distintos pueblos. Las misiones populares hacían volver a la Iglesia a quienes se habían alejado de ella y, con el estilo de Santo Domingo, el Padre Coll, primero, contemplaba la Palabra de Dios y, después, comunicaba lo contemplado a quienes no conocían a Jesucristo o no lo seguían. La fuerza del apostolado le manaba de la oración misma. Era apóstol en la oración y contemplativo en la misión. Había aprendido, en el misterio de la Anunciación a María y de la Encarnación del Verbo, la disponibilidad a la Palabra de Dios y a Su voluntad, y dio su ofrecimiento para lo que Dios quisiera de él con una creatividad enorme, aun con los pocos medios que entonces existían.
Fue un visionario que supo captar e interpretar las necesidades sociales y religiosas de su época, reconociendo que la educación era el camino más eficaz para la reconciliación, para reconstruir el tejido social, para el crecimiento integral y maduro de los pueblos… Un hombre que supo reconocer la inquietud vocacional de algunas jóvenes que, pese a sus escasos recursos materiales y culturales, poseían la fe y el coraje suficientes para consagrar su vida al proyecto de Dios. Sin abandonar sus correrías apostólicas, las reunió en una pequeña casa de Vic, acompañó y orientó su formación humana, profesional y religiosa con el deseo de que “las hermanas esparciesen la verdadera doctrina enseñándola por poblaciones grandes y pequeñas, e iluminaran de este modo las tinieblas de la ignorancia…”.
El Padre Coll quiso que las Hermanas fueran dominicas y las vio siempre como «Ramas recientemente producidas por el árbol de la Tercera Orden de mi Padre Santo Domingo». Con fidelidad creativa enriquece y actualiza el carisma dominicano femenino en un contexto social necesitado de recristianización, transmitiéndolo a un grupo de mujeres dispuestas por el Espíritu a encarnar el ideal dominicano. Prepara a sus hijas para que: «después de haberse hecho idóneas para la enseñanza saliesen como brillantes estrellas a imitación de su Padre Santo Domingo, para iluminar con su doctrina a innumerables pobrecitas niñas que caminaban entre las tinieblas más densas de la ignorancia». Las Dominicas de la Anunciata continúan la misión de vivir y anunciar el Reino, ampliando su acción y ayudando a sembrar la Palabra de Dios.

Así, aquellas primeras siete sencillas jóvenes, entre ellas la Hna. Rosa Santaeugenia (primera Priora de la Congregación), comenzaron esta Obra de Dios en 1856, y dieron origen, con el transcurso de los años, a la misión educativa desde Vic hasta Albacete y desde Madrid hasta otras ciudades de Europa. También, la misión “ad gentes” en América, Asia y África, con más de dos mil religiosas que han prolongado el carisma fundacional: cuidar enfermos y ancianos; cuidar del anuncio del Evangelio en las parroquias y en las familias.
Esta misión necesita un fuerte cimiento doctrinal, la profundización de la Palabra de Dios, el esclarecimiento de la fe en su vertiente dogmática y moral. Esto define la identidad de la Congregación. Este esfuerzo de estudio y oración debe tener necesariamente una proyección: la predicación de la Verdad a todos y en todas partes; contemplare et contemplata aliis tradere. Es cierto que existen parcelas especialmente señaladas: la formación de la niñez y juventud por medio de la escuela, la catequesis, y la preferencia por los más necesitados, por los más desprotegidos. Las Hermanas, mujeres sencillas alcanzadas por Cristo, y al modo de María en la Anunciación, están llamadas a formar una comunidad de vida dominicana en: la fraternidad sencilla y alegre fundamentada en la Palabra de Dios y la Eucaristía la consagración total a Dios en obediencia, castidad y pobreza; la búsqueda de la verdad a través del estudio y otras formas; la oración personal y celebración comunitaria de la liturgia; el apostolado, que fluye de la contemplación y a su vez la alimenta impulsando a llevar a la persona hacia la plenitud de Cristo; un equilibrio en el que la pasión por la salvación de los hombres y mujeres da sentido a todos los demás elementos. Compartir nuestro carisma, como don del espíritu, que no nos pertenece en exclusiva sino que es fundamentalmente un don para la Iglesia, nos impulsa a trabajar en la edificación del Reino, en comunión con jóvenes y adultos laicos. Contemplando a María en la Anunciación, la Dominica de la Anunciata hoy escucha, se entrega y está disponible para ANUNCIAR A JESUCRISTO SALVADOR como esperanza liberadora para los hombres y las mujeres de todo tiempo. Para promover la vitalidad religiosa y apostólica de la Congregación posee organismos generales, provinciales y locales, que, aún cuando abarcan distintos campos, todos tienen como función esencial ser centros de comunión y servicio apostólico. 
Años de profundización del carisma se han sucedido hasta nuestros días: cursillos, encuentros (dentro de cada país; de cada provincia religiosa; entre el personal docente y no docente de las diversas provincias de América y de España), congresos de profesores, jornadas de padres de familia y de docentes en general, creación de páginas de Internet, publicaciones, etcétera. Los últimos tiempos, de gozo y alegría por el siglo y medio de vida de la Congregación, han recogido el afán por echar bases sólidas para que el Santo Padre decrete la canonización de San Francisco Coll y Guitart (beatificado por Juan Pablo II el 29 de abril de 1979. A este esfuerzo, se ha unido otro, no menos ejemplar: el de preparar la beatificación de las siete Hermanas Mártires que caminan hacia los altares. Se inició en 1958 y se clausuró en el ámbito diocesano en 1963. Hubo que adaptarla a la nueva legislación y darle nuevo impulso; hoy la Familia Anunciatista se encuentra pendiente del anuncio de la fecha para tal acontecimiento. 
Siete religiosas que entregaron su vida en la persecución llevada a cabo en España en pleno siglo Xx: Ramona Fossas Románs, Adelfa Soro Bó, Teresa Prats Martí, Otilia Alonso González, Ramona Perramon Vila, Reginalda Picas Planas y Rosa Jutglar Gallart, quienes, ante la persecución y la tortura, se mantuvieron firmes en la confesión de su fe, perdonaron a sus verdugos y alcanzaron la máxima cima a la que puede llegar la virtud de la caridad.

El recorrido por la historia de la Congregación sirve para reflexionar, profundizar y renovar el compromiso con el carisma Dominicano Anunciatista y con el legado del Padre Coll: “estrechar lazos de comunión; sentirnos familia Anunciatista más allá de límites geográficos y de distancias”.

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